viernes, 22 de noviembre de 2013

La historia social de la ciencia y la tecnología. Por: Fabián Arellano, Leidy Martinez, Maria Romero, Winder Sanchez

Universidad de Los Andes
Núcleo “Dr. Pedro Rincón Gutiérrez”
Departamento de Comunicación Social





La historia social de la ciencia y la tecnología.
(ENSAYO)






Arellano Fabián
Martínez Leidy
Romero María
Sánchez  Winder











El desarrollo social acarrea el cambio de costumbres humanas sobre su convivencia, e interacción mutua. Dichos cambios se han dado a nivel mundial por diferentes escalas y en diferentes épocas, lo que se traduce a culturas distintas en las polis principales.
Tanto la cultura como la ciencia toman un importante punto en el desarrollo social, ya que se da como educación al hombre y por trabajo del mismo. Generación tras generación el hombre se ha quitado la venda sobre teorías estables y se ha dado cuenta como nuevos descubrimientos puede resolver problemas ciudadanos.
No todo está dicho ni hecho, a estas alturas el ser humano ha perdido la capacidad de asombro y sabe que la ciencia puede seguir sorprendiendo y educándolo con nuevos hallazgos.
Por muy primitiva y borrosa que sea nuestra idea de cambio social, sería difícil negar que la ciencia y la tecnología figuren entre los elementos que contribuyen a producir cambios en la sociedad. El desarrollo científico y tecnológico es uno de los factores más influyentes sobre la sociedad contemporánea.
La globalización mundial, polarizadora de la riqueza y el poder, sería impensable sin el avance de las fuerzas productivas que la ciencia y la tecnología han hecho posibles. Los poderes políticos y militares, la gestión empresarial, los medios de comunicación masiva, descansan sobre pilares científicos y tecnológicos. También la vida del ciudadano común está notablemente influida por los avances tecnocientíficos.
La actividad que denominamos ciencia se desenvuelve en el contexto de la sociedad, de la cultura e interactúa con sus más diversos componentes. Al hablar de ciencia como actividad nos dirigimos al proceso de su desarrollo, su dinámica e integración dentro del sistema total de las actividades sociales. Desde esta perspectiva se promueven a un primer plano los nexos ciencia/política, ciencia/ideología, ciencia/ producción, en general ciencia/sociedad.
El conocimiento aparece como una función de la existencia humana, como una dimensión de la actividad social desenvuelta por hombres que contraen relaciones objetivamente condicionadas. Sólo dentro del entramado que constituyen esas relaciones es posible comprender y explicar el movimiento histórico de la ciencia.
El concepto de ciencia se suele definir por oposición al de técnica, según las diferentes funciones que ellas realizan. En principio la función de la ciencia se vincula a la adquisición de conocimientos, al proceso de conocer, cuyo ideal más tradicional es la verdad, en particular la teoría científica verdadera. La objetividad y el rigor son atributos de ese conocimiento.
La ciencia ha cambiado considerablemente, desde una ciencia basada en la contemplación, para luego orientarse al descubrimiento y finalmente, lo cual sería su rasgo contemporáneo, a la investigación. La investigación se refiere a la actividad de producción de conocimientos que se despliega a partir de los resultados anteriores expresados en modelos, leyes, teorías y también, instrumentos, equipos, experiencias, habilidades, todos los cuales son constructos creados por el hombre con el fin de explicar y manipular. Esa utilización de los resultados precedentes, su modificación permanente, el cruce de informaciones, modelos, es lo que constituye la ciencia en una tradición acumulativa de conocimientos y prácticas.
La función de la técnica se vincula a la realización de procedimientos y productos, al hacer cuyo ideal es la utilidad. La técnica se refiere a procedimientos operativos útiles desde el punto de vista práctico para determinados fines. Constituye un saber cómo, sin exigir necesariamente un saber por qué. Ese por qué, es decir, la capacidad de ofrecer explicaciones, es propia de la ciencia.
Históricamente han existido civilizaciones dotadas de técnicas desarrolladas y escaso conocimiento científico: Egipto, China, el Imperio Inca, son algunos ejemplos. En cambio la civilización griega clásica avanzó más en la ciencia, acompañada de una técnica menos avanzada.
El pensamiento griego menospreciaba la técnica, lo práctico y consideraba superior la vida contemplativa o teorética. Platón y Aristóteles propusieron que ningún trabajador manual pudiera ser ciudadano; el trabajo artesanal y manual es vergonzoso y deformador. Aquí encontramos un de los orígenes remotos del privilegio concedido a la ciencia como teoría más que como práctica social y también una de las razones del énfasis excesivo en la diferenciación entre ciencia y técnica (o tecnología) que hasta hoy nos acompaña.
El Renacimiento marcó un punto de viraje al establecer el primado del hombre sobre la naturaleza. El dominio del hombre exige del conocimiento, de un saber útil. Con ello la idea de un saber desinteresado va a ir cediendo paso a la idea de un saber útil, orientador de una práctica de dominio de la naturaleza. La nueva ciencia natural alimenta el proyecto de aprovechar el descubrimiento de leyes naturales para dominar la naturaleza. Más aún, esos conocimientos permitieron inventar máquinas que se basan en proyectos racionales sustentados en la nueva ciencia, abstracta y matematizada; esas particularidades son las que le permiten proyectar instrumentos y prácticas, es decir, inventar.
Es ese proceso de articulaciones renovadas entre conocimiento teórico, abstracto, matemático y creación de equipos, aparatos, máquinas, lo que permite el tránsito a la tecnología: la técnica se enriquece en virtud de su asunción dentro de un nuevo horizonte de racionalidad, la racionalidad científica, alimentada de un móvil utilitario.
La nueva ciencia vino a proporcionar posibilidades inéditas a la técnica, esa creencia fue posible por su estrecha relación con los desarrollos técnicos y sus demandas. La mecánica de las máquinas de tiro experimentó grandes avances en la Edad Media con la introducción del trabuco o catapulta de contrapeso y del cañón.
A diferencia de la ingeniería clásica, dedicada a la producción de artefactos, la balística ingenieril renacentista se interesó por los problemas del uso de estos, es decir, problemas de tiro. Los problemas de la balística movieron a Galileo a ocuparse de la caída de los graves. "La ciencia moderna es, pues, el resultado del reencuentro renacentista entre la antigua tradición teórica científica y la tradición operativa inmanente en la mecánica ingenieril.
La tecnología no es un artefacto inocuo. Sus relaciones con la sociedad son muy complejas. De un lado, no hay duda de que la tecnología está sujeta a un cierto determinismo social. La evidencia de que ella es movida por intereses sociales parece un argumento sólido para apoyar la idea de que la tecnología está socialmente moldeada.
Pero también es importante visualizar el otro lado de la relación entre tecnología y sociedad. Para ello hay que detenerse en las características intrínsecas de las tecnologías y ver cómo ellas influyen directamente sobre la organización social y la distribución de poder.
En la civilización tecnológica que vivimos la tecnología es una red que abarca los más diversos sectores de la actividad humana, un modo de vivir, de comunicarse, de pensar, un conjunto de condiciones por las cuales el hombre es dominado ampliamente, mucho más que tenerlos a su disposición.
En el corazón de la civilización contemporánea, el desarrollo tecnológico está alterándolo todo, desde lo económico y lo político hasta lo psicosocial, la vida íntima de las personas, los patrones de consumo, la reproducción humana, la extensión de la vida y sus límites con la muerte.
Tal omnipresencia es un resultado histórico tras el cual se revelan varios procesos sociales relevantes que explican el estado social actual de la ciencia y la tecnología. Esos procesos sociales incluyen:
  1. La Revolución Científica de los siglos XVI y XVII que dio origen a la ciencia moderna y desencadenó procesos de institucionalización y profesionalización de la práctica científica, así como desarrollos conceptuales y metodológicos que tendrían notables efectos sobre la ciencia y su relación con la sociedad en los tres siglos siguientes.
  2. Las revoluciones industriales y los profundos cambios tecnológicos que las acompañan. Cambios que conducen a una aproximación creciente con la ciencia hasta confundirse ambos en la segunda mitad del Siglo XX a través de la Revolución Científica y Tecnológica. El paradigma tecnológico que se desenvuelve en las tres últimas décadas ha sido especialmente intensivo en el consumo de conocimientos e impactante en términos de su alcance social.
  3. El ascenso del capitalismo y su dominio planetario, afirmado luego de la crisis del socialismo europeo. La consolidación de la ciencia moderna y del capitalismo son dos procesos históricamente paralelos e interconectados como se mostrará más adelante. La mundialización del capitalismo es un proceso asociado no sólo a las fuerzas productivas y las relaciones de producción que le proporcionan su fundamento, sino a las pautas de consumo que él promueve y a los modelos de desarrollo que preconiza, a los cuales atribuye una universalidad que sus apologetas consideran imposible de contestar.
  4. El surgimiento, afirmación y crisis del sistema mundial del socialismo. Tanto por sus esfuerzos y éxitos en el campo de la ciencia y la tecnología, como por las respuestas que sus avances demandaron del capitalismo en el contexto de la guerra fría, la existencia del socialismo ha sido un hecho social fundamental para explicar el desarrollo científico y tecnológico de este siglo.
  5. La fractura planetaria entre países desarrollados y países subdesarrollados. La riqueza mundial está sumamente concentrada en un grupo de países lo que les proporciona un enorme poder en las relaciones internacionales. Ese poder se apoya en el dominio de la ciencia y tecnología, aún más concentradas que la riqueza. Esa polarización tiene consecuencias enormes para cualquier país que intente desarrollar ciencia y tecnología.
En el siglo XX apareció una nueva ciencia: la Seguridad Industrial. Nace por la imperiosidad de disminuir lo accidental que se incorpora a las tecnologías, las eventualidades que ocurren en cualquier proceso que pretenda rigurosamente guiarse por teorías científicamente comprobadas.
Y es que estamos en medio de un cosmos de enormes ocurrencias, tales que ni aun todo el conjunto de la ciencia y tecnología actual, pueden predecir al detalle. Junto con estos asuntos aparecen nuevas preocupaciones éticas relacionadas con la manera en que las sociedades humanas deberían coexistir con otras especies y explotar los recursos mundiales. En este sentido, la ética se introduce en las preocupaciones medioambientales, que son el segundo legado más importante de las enormes inversiones en ciencia y tecnología realizadas en el siglo XX. Aparece entonces lo casual, lo accidental, lo que no es esencial al proceso de trabajo donde se ejecuta determinada tecnología. Pero simultáneamente aparece el ser humano estudiando el proceso accidental. Crear modelos de accidente es sumamente importante para someterlos a prueba y demostrar las causas que generan los riesgos. También para evitar la argumentación de casualidad pura como condición para la existencia del accidente.

Bibliografia
Arocena, R. (1993): Ciencia, tecnología y sociedad. Cambio tecnológico y desarrollo. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires.
Arocena, R. (1995): La cuestión del desarrollo vista desde América Latina, EUDECI, Montevideo.
Barnes, B. (1995): Sobre ciencia, RBA Editores, Barcelona.
Ben-David, J; A. Zloczower (1980): “El desarrollo de la ciencia institucionalizada en Alemania”, Barry Barnes (ed) Estudio sobre sociología de la ciencia, Alianza Universidad, Madrid.
Cassiolato, J.E.(1994): "Innovación y cambio tecnológico", en Martínez, E (1994).
Cerejido, M. (1996): "En América Latina ya podemos investigar, el próximo paso es tratar de hacer ciencia", Interciencia, marzo -abril, vol.21, Nº 2, Caracas.
Ciapuscio, Héctor P.(1994): El fuego de Prometeo. Tecnología y sociedad, EUDEBA, Buenos Aires.
Martínez, E (ed.) (1993): Estrategias, planificación y gestión de ciencia y tecnología, Nueva Sociedad, Caracas.

Martínez, E. (ed.) (1994): Ciencia, tecnología y desarrollo, Nueva Sociedad, Caracas.

Nuevas propuestas para la construcción de conocimiento. Por: Johana Bolívar, Gianfranco Colella, Andreina Matheus.

Universidad de Los Andes
Núcleo “Dr. Pedro Rincón Gutiérrez”
Departamento de Comunicación Social



















Nuevas propuestas para la construcción de conocimiento
(ensayo)










Bolívar, Johana
C.I.: 19.134.845
Colella Molina, Gianfranco
C.I.: 19.145.119
Matheus Monsalve, Andreina
C.I.: 20.624.536











Los seres humanos actúan socialmente. No se diluye de forma autónoma en la mente de los sujetos la realidad a través de estructuras formadas mediante la sociedad, pues dichas estructuras funcionan como el marco en el que se desenvuelven las personas que ejercen acciones a partir de su capacidad de conocimiento; ni tampoco sucede al contrario, ya que los sujetos ejercen mayor o menor autonomía, pero nunca lo hacen de forma mecánica dentro de estructuras sociales.
De igual manera la resistencia explícita o implícita a las acciones cotidianas y personales, es reconocida como un papel importante especialmente a los movimientos sociales en el cambio histórico, pues los individuos tienen la capacidad de cuestionar las pautas aprendidas en sociedad.
Con referencia a esta idea, Habermas sustenta “el punto de vista dominante de que el conocimiento está separado del individuo y es descubierto por él y defiende un conocimiento que se construye mediante la acción comunal” (Criticos, 1993, p. 81).
En tal sentido, en 2001, Wells, citado por Ibáñez (2003), hace referencia desde el punto de vista psicológico histórico-cultural:
Como reconocía Leont´ev, sólo son individuos concretos quienes llevan a cabo actividades de representación intencionales; sólo los seres humanos individuales pueden conocer. Sin embargo, como él mismo también destacaba, conocer no es una actividad que se pueda llevar a cabo en aislamiento, bien de otras personas, bien de los artefactos culturalmente producidos que proporcionan los elementos mediadores. Por lo tanto, la manera más adecuada de entender el conocer es como la actividad intencional de individuos que, como miembros de una comunidad, emplean y producen representaciones en el esfuerzo colaborativo de comprender mejor su mundo compartido y transformarlo. (digital)
Por otra parte, es importante destacar la conjetura de que no todos los individuos han de ser intelectuales. Antonio Gramsci propone que todos los seres humanos reflexionan e interpretan el mundo que los rodea, más allá de su productividad. De esa manera, separar la ocupación de un sujeto totalmente entre lo intelectual y lo “manual” es una limitación para el alcance del pleno desarrollo humano y el desarrollo del verdadero conocimiento.
En síntesis, el conocimiento no puede ser neutral ni separable de la práctica, Ibáñez (2003) también cita a Giulio Girardi (1977) para afirmar:
No hay interés teórico que esté desvinculado de intereses prácticos. El desinterés es el ocul­tamiento de intereses que no quieren confesarse. No hay relación con el objeto, que no sea al mismo tiem­po, consciente o inconscientemente, relación con un proyecto. No se trata aquí de intereses inmediatos, sino del proceso global por el que el hombre realiza su proyecto fundamental. El conocimiento no puede ser juez sin ser parte. Se sitúa necesariamente en relación con las fuerzas políticas y económicas; siempre es relativo a un proyecto de sociedad, activamente propugnado o pa­sivamente aceptado. (digital)
Así mismo son cuestionables los instrumentos y las concepciones comúnmente aceptados a través del marco social. Tal como puede ser la idea de prácticas de trabajo asalariado como único trabajo posible, el ser productivo, la modernización, la pobreza, entre otros; deben someterse a revisión y ser cuestionadas al igual que los instrumentos de conocimiento globalizado social como el PIB (Producto Interno Bruto), por ejemplo.
En consecuencia, la propuesta no es válida por el simple hecho de oponerse a lo dominante, sino a través de una validación interna. De esa manera, la ciencia crítica debe esmerarse en ir más allá de alterar parámetros imperiosos, lo que supone ser más complejo que sencillamente tener una posición contraria a los enunciados o las acciones. 
En efecto, es necesario ir más allá de la pauta marcada por la cotidianidad y la fuerza conservadora para someter ciertos problemas. En este sentido Carmen G. Landa y Tusta Aguilar (2003) aseveran: "los conocimientos juegan frecuentemente el papel de un recurso de poder y se invocan como aval de una propuesta determinada" (p. 84).
Por su parte, Amparo Moreno (1991) sostiene la importancia del cuestionamiento del conocimiento
Las formas de conocer el mundo producidas por y para dominarlo (las formas de saber vinculadas al ejercicio del poder), se han legitimado históricamente como expresión de lo real (...) a base de definir como apariencia, opinión, engaño y hasta superstición e ignorancia cuantas formas de conocimiento no se ajustan a sus criterios valorativos y sus reglas. Y la capacidad coactiva del saber guarda relación con su capacidad para autolegitimarse como verdad y con la credibilidad de que goza: no en vano, de ello depende que los seres humanos nos comportemos de acuerdo con sus fórmulas y, por tanto, las hagamos realidad. (p. 62)
La investigación debe perdurar como una herramienta de construcción del conocimiento, pues es una forma compleja, reflexiva y holística de hacer juicios, partiendo de la unión entre los sujetos y objetos investigativos funcionando como cuestionamiento del modelo hegemónico de la investigación.
Jesús Ibáñez (1991) es capaz de sintetizar la evolución de la consideración del `sujeto´, mediante un paralelismo expuesto de la siguiente manera:
El sujeto ha sido, sucesivamente, absoluto, relativo y reflexivo. Posiciones que corresponden, respectivamente, a las tres grandes olas de la física: clásica, relativista y cuántica. En física clásica (...) el sujeto es absoluto: lugar de Dios o de Laplace (...). En física relativista (...) la captura del objeto exige una conversación entre todos los observadores posibles" (...) "en física cuántica el sujeto se hace reflexivo: pues tiene que doblar la observación del objeto con la observación de su observación del objeto. (p. 14)
En otro sentido, la autocrítica debe formar parte del proceso de adquisición de conocimiento. De esa manera los sujetos que desarrollan investigaciones de cualquier tipo, no deben ser vistos como observadores neutrales ni tampoco darles un sentido de desinterés o puntos de vistas sesgados.
Dicho así, el ejercicio de autocriticarse soporta los procesos cognitivos adquiridos y en construcción para definir verazmente las conclusiones y consecuencias.
Para el desarrollo de esa herramienta, existen algunos aspectos a considerar de su implementación:
·                    El conocimiento no suple definitivamente la elección en la que intervienen valores ideológicos.
·                    La crítica no debe evitar el desarrollo pleno de las personas más oprimidas ni ser paralizante.
·                    La posición del autor es de suma relevancia, tal y como su proceso de socialización como hombre o mujer, su residencia o el plano ideológico.
·                    No existe una explicación definitiva y menos omnicomprensiva, más bien explicaciones que pueden tomar veracidad mediante el diálogo.
Con respecto a esto, Ibáñez (2003) cita a Ricardo Falla para exponer:
No hay receta para saber cuándo se le está haciendo el juego al sistema. Lo que es importante es que la acción social tenga en cuenta no sólo las necesidades inmediatas que pretende aliviar, sino el contexto social y político en que se da. (digital)

Por otra parte el conocimiento tiene un objetivo, puede sugerir una transformación social y es metódico. Lo que sugiere que cada una de sus características forma parte de un conjunto de procesos que generan la adquisición de conocimientos mediante herramientas desarrolladas en sociedad pero implementadas individualmente.
Debe entenderse el objetivo del conocimiento como la emancipación; la ciencia social crítica según lo explicado por Habermas es orientada hacia la autonomía racional y sobre todo a la libertad, operando en contextos concretos, mostrando escenarios distintos, considerando la eliminación de las barreras que impiden la libertad, decidir libremente. El estudio como ejercicio continuo para  construcción de conocimiento está ligado al interés humano, teniendo siempre una utilidad para quien conoce.
Por otra parte, el carácter del conocimiento como herramienta de transformación social no busca certezas, más bien reconoce la ausencia de verdades absolutas válidas en todos los contextos. Valida la autonomía del sujeto que no solo adquiere conocimiento sino que lo matiza según su experiencia.
Dicho esto, es importante destacar que el papel de la verdad universal ha sido relegado y en los últimos tiempos las ciencias físico-naturales han sido cuestionadas por el conocimiento social, por definir el modelo de dichas ciencias como reduccionistas y mecanicistas, sin embargo ese paradigma ha sido imitado en ocasiones por investigaciones sociales. Wallerstein (85) aclara esta idea:
Las utopías forman parte del objeto de estudio de las ciencias sociales, lo que no puede decirse de las ciencias naturales; y las utopías desde luego tienen que basarse en tendencias existentes. Si bien ahora tenemos claro que no hay certeza sobre el futuro ni puede haberla, sin embargo las imágenes del futuro influyen en el modo en que los seres humanos actúan en el presente. (p. 85)

Es importante resaltar que el conocimiento no es concebido únicamente como racionalidad, también incluye experiencias vitales.
“…De una vez por todas debemos asumirnos como seres sentipensantes -expresión de Eduardo Galeano- Sentimiento y razón constituyen aspectos inseparables en el ser humano. La fuerza de la pasión nos empuja a la realización de nuestros sueños e ideas."
(Baldeón, 2000, digital)
Con referencia a la concepción del conocimiento como instrumento transformador, es importante acotar que deben superar las barreras de disciplinariedad es una especie de apertura de las ciencias sociales; una forma de hacerlo es entablando un diálogo entre las diversas formas de conocimiento para obtener una finalidad crítica.
El conocimiento es portador de transformación y debe dar privilegio a la mirada de los sectores oprimidos, debe impactar mediante la priorización de contribuir con conocimiento sobre otros y actuar. Pero se trata de ir más allá de “ponerse en el lugar de otros(as)” sino de generar la necesidad de que los individuos puedan cambiar y elegir su propio lugar.
Finalmente, las nuevas propuestas de la construcción del conocimiento son entendidas en un   plano general como procesos conocidos que evolucionan a través del cuestionamiento y su implementación individual  por parte de los propios investigadores que someten cada una de sus ideas al repertorio mental adquirido en sociedad y deliberado a través de la misma.
 


Referencias Bibliográficas
Aguilar, T. y Landa, C.G. (2003). "Un saber apropiado para participar". En Aguilar, T. y Caballero, A. (coords.), Campos de juego de la ciudadanía. Barcelona: El Viejo Topo.
Baldeón, E. (2000). "Pensamiento abierto y eficacia transformadora. -Notas para repensar nuestros proyectos de educación y comunicación". En Razón y Palabra, nº 18. www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/anteriores/n18/18ebaldeon.html
Ibáñez, J. (2003). El conocimiento social transformador: una propuesta de síntesis. Recuperado el 22 de noviembre de 2013, de http://jei.pangea.org/soc/c/conoc-soc-sint.htm
Moreno, A. (1991). Pensar la historia a ras de piel. Barcelona: Ediciones de la Tempestad.

Wallerstein, I., (coord.) (1998). Abrir las ciencias sociales. Informe de la Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales. México: Siglo XXI editores - Unam.

Tiempo y temporalidad. Por: Maria Barrueta, Gabriela Buitrago. Gabriela Pernia


Universidad de Los Andes
Dr. Pedro Rincón Gutiérrez
Escuela de Comunicación Social
Problemática de Ciencia y Tecnología en Venezuela







TIEMPO Y TEMPORALIDAD
(Ensayo)




Integrantes:
Maria Lucia Barrueta
Gabriela Buitrago
Gabriela Pernía








“El tiempo es algo contado con  el movimiento detectado a través de una vista al antes y el después en el horizonte de lo pronto o lo tardío”
-          Aristóteles
-           
El problema del tiempo y la temporalidad encuentra sus raíces en la filosofía, la principal característica es que usualmente  no es discutido sólo como un fenómeno científico, sino como un hecho existencial también.  Así lo hace la fenomenología, la cual aclama que el tiempo es fundamental para constituir la identidad personal. 
En “Los Estudios Básicos de la Fenomenología” Heiddegger atiende a responder la pregunta básica que “¿Qué significa ser y estar?”, para resolver esto se remonta la diferencia ontológica de tiempo y temporalidad.  El concepto de temporalidad es insinuado por primera vez por Aristóteles  en sus trabajos de física a través de la noción de “cuando el movimiento es experimentado, el tiempo se da a conocer”, y a partir de ahí Heidegger comienza su investigación.
Un aspecto importante de esto es que la definición es el hecho de que el movimiento es necesario para percibir el tiempo , aunque está sujeto a objeciones como por ejemplo, cuando observamos algo que no se mueve, podríamos argumentar que igualmente percibimos el tiempo incluso cuando estamos observando un objeto estacionario.
Otro ejemplo podría ser que una persona en coma o un monje budista en meditación se centra en el pensamiento interno y no percibe el movimiento, se podría argumentar que así no perciban el tiempo por el movimiento, al entrar y salir de este estado de coma y meditación hubo un pensamiento en movimiento y por lo tanto sentido del tiempo.
Hay otros cuestionamiento acerca de este problema, como el planteamiento de “¿Si nadie existe para contar, entonces el tiempo no existe?”, a lo que Heidegger  atendió, explicando que el tiempo es objetivo porque los seres existen en el tiempo, y que Aristóteles no pretendía decir que el tiempo es algo de movimiento desde el punto de vista de la trasladación sino, del movimiento en sí.
Husserl,  creía que “cada experiencia de la consciencia es temporal en alguna manera, lo que significa que cada objeto ‘dinámico o estático’ debe ser considerado”. De acuerdo con la fenomenología los objetos no temporales presuponen tiempo porque experimentamos su carácter de falta de tiempo sobre nuestra experiencia propia temporal. Además el procesamiento mental su fondo de tiempo también.
Para la fenomenología hay tres niveles de temporalidad: el tiempo mundial, que puede ser también llamado trascendental u objetivo, y está cercano a la idea de tiempo común entre la gente.  Significa la temporalidad de los eventos mundiales y procesos físicos, las cosas son temporales en manera similar  a como son espacialmente relacionados entre sí. En consecuencia, el tiempo mundial es verificable, mensurable y público, para estimar esto, la gente usa relojs y calendarios, que los ayudan con la duración y secuencia entre eventos y procesos.
El siguiente nivel es el “tiempo interno”, como el nombre lo sugiere,  concierne a las experiencias y actos mentales, actos internos y sentimientos vienen en secuencia, y así como los eventos objetivos, tienen una duración específica. No sólo suceden, sino que también pueden ser recreados por la memoria.  El mundo de estos procesos es solo nuestro espacio interno, lo que significa que es privado y no puede ser moderado por métodos objetivos y luego comparados con el tiempo trascendental.
El tercer nivel pertenece al “presente vivo”, la experiencia completa que tenemos a cada momento, la constante sucesión de sí mismo, profundamente conectado con el segundo nivel, ya que es necesaria la experiencia. La temporalidad interna no incluye la conciencia de sí mismo, sin embargo, el tercer nivel es el último y no requiere de más instancias, debido a esto, de acuerdo con la fenomenología, esto puede ser descrito como un absoluto, aunque no en todos los sentidos.
Iparraguirre y Ardenghi () aseveran que el concepto de tiempo puede ser repensado a través del concepto de temporalidad: “La temporalidad es la Aprehensión del devenir que todo humano realiza mediante su sistema cognitivo en un determinado contexto cultural. El tiempo  no es más que el fenómeno del devenir en sí, que el humano es capaz de aprehender como temporalidad”.
El devenir está directamente relacionado con el pasado, el presente y el futuro: “Conmemorar algún acontecimiento pasado, no es sólo recordar, sino fundamentalmente conferir a un lugar el sentido y peso dado a dicho evento en el relato histórico que constituye nuestra memoria colectiva” (Lindon, 2000). Cuando hablamos de pasado, lo hacemos refiriéndonos a algo ya ocurrido, un “pudo ser” o “ya fue”. El presente es un tiempo actual, lo que ocurre simultáneamente al hecho o la palabra. En su mayoría desmejorado con relación al pasado que es añorado con nostalgia y ante  un futuro que “puede ser mejor”.
“Esta definición de temporalidad refiere a una construcción cultural que por lo tanto esta derivada de una experiencia del sujeto y entonces no se trata de una intuición a priori. El tiempo en tanto fenómeno, es intrínseco a todo ser humano; en cambio la temporalidad, además de ser intrínseca a todo ser humano, adquiere un carácter cultural en tanto depende de una experiencia en contexto y por lo tanto conforma una interpretación. (Iparraguirre, 2006).” Es por ello que nociones y modelos de tiempo hay muchas, el modelo Hegeliano, Newtoniano, Einsteiniao, espacio de tiempo cuántico; o más allá de la definición científica y filosófica, hay también tiempo en otras disciplinas.
El tiempo descrito por historiadores, etnógrafos, sociólogos. También hay un tiempo descrito por la literatura, muchos tipos de tiempos narrativos, y no sólo presentes en la ficción, sino también en argumentos, chistes, narrativas políticas o económicas, u otras estructuras que además utilizamos para estructurar nuestras vidas.
El lenguaje en sí mismo es fundamentalmente temporal, los verbos producen tránsitos entre sustantivos, en relación con conectores, todos producidos por redes de símbolos que se organizan una y otra vez en el espacio y tiempo.
Del tiempo y la temporalidad, no se escapan la ciencia y la tecnología. Especialmente su historia, pues podemos ver como hoy en día para estudiar acerca de un tema, consultamos un grupo de autores que incluyen desde los filósofos más antiguos hasta los científicos más modernos, todos agrupados en una línea cronológica de tiempo que pareciera separa por meses cuando de hecho, hay siglos de separación entre un pensamiento y otro.
Las nociones de tiempo, en tanto conceptualizaciones sobre el fenómeno que están situadas en un contexto socio-histórico, son temporalidades. Esta distinción es necesaria a los fines de no reducir el fenómeno (tiempo) a una sola interpretación (temporalidad) como ocurre en todas las investigaciones reveladas que problematizan nociones, categorías o conceptos de tiempo. (Revista de Antropología Experimental nº 11, 2011. Texto 18: 251-260). Esto ocurre en la mayoría de las ciencias (física, química, salud, antropología, entre otras).
El tiempo y la temporalidad están presentes en la vida y en el día a día en general, todos hablamos del tiempo y la temporalidad creyendo que podemos medirlo, hacemos previsiones y, consideramos que está delimitado con el pasado, el presente y el futuro incierto. Todo esto es lo que expresaba San Agustín cuando se preguntaba qué era el tiempo (quid est ergo tempus?) y respondía que, si nadie se lo preguntaba, lo sabía, pero si alguien se lo preguntaba, no lo sabía.
"... Yo creo que existe, y lo siento dentro de mí, un instinto de la verdad o el conocimiento o el descubrimiento, de algo de la misma naturaleza que el instinto de la virtud, y el hecho de que tengamos ese instinto es razón suficiente para las investigaciones científicas aunque no se deriven de ellas ningún resultado práctico" Charles Robert Darwin (12 de febrero de 1809 – 19 de abril de 1882).
Si tomamos en cuenta el tiempo con la temporalidad dentro de la ciencia podemos poner como ejemplo a Darwin, fue un naturalista inglés que postuló que todas las especies de seres vivos han evolucionado con el tiempo a partir de un antepasado común mediante un proceso denominado selección natural. La evolución fue aceptada como un hecho por la comunidad científica y por buena parte del público en vida de Darwin, mientras que su teoría de la evolución mediante selección natural no fue considerada como la explicación primaria del proceso evolutivo hasta los años 1930.
También podemos poner de ejemplo a René Descartes que fue un filósofo, matemático y físico francés, considerado como el padre de la geometría analítica y de la filosofía moderna, y el famoso autor de la frase "Pienso, luego existo" así como uno de los nombres más destacados de la revolución científica. Trató de aplicar a la filosofía los procedimientos racionales inductivos de la ciencia, y en concreto de las matemáticas.
Se dice que los grandes inventos se dieron en un tiempo específico, ya que estos inventos eran necesarios para el momento… Los científicos se preocupaban de hacer aquello que según su entorno y momento era necesario.
Todo en cuanto a la ciencia se basa en el tiempo y la temporalidad ya que de acuerdo al contexto del tiempo muchos inventos han surgido y se ha convertido en el núcleo de las teorías científicas, en donde los mismos se muestran como una –magnitud reversible-, las nociones de tiempo y de irreversibilidad juegan un decisivo papel, y a partir de la cual se forjaron los grandes avances científicos de la historia. Aparece como nexo de unión entre la ciencia y la filosofía. Históricamente, tanto el enfoque científico como el filosófico acerca del tiempo y la temporalidad se han diferenciado, en su conjunto, por abordar la pregunta desde una perspectiva no temporal, es decir, se ha pensado generalmente el tiempo sub specie aeternitatis, lo que presume que se lo ha pensado desde su propia negación, lo cual, por otra parte (debido al enlace entre la cuestión del tiempo y la cuestión del ser), ha condicionado la ontología tradicional.
            Es importante destacar también, la manera en que se construye el tiempo siempre repensado desde la temporalidad y desde las investigaciones antropológicas, para de esta manera en el estudio de sí, los seres humanos lleguen a conocerse en el marco de la sociedad y cultura a la que pertenecen.

             En estas investigaciones se destaca el uso de la cronología para explicar los modelos de desarrollo socio-cultural del ser humano, los mismos están formados en base a la temporalidad lineal heredada de los paradigmas clásicos. Es allí donde surge la noción de tiempo lineal en las poblaciones occidentales y en el conocimiento científico actual.

            Iparraguirre y Ardenghi () definen este tiempo lineal como “temporalidad hegemónica”, la cual busca reemplazar de forma más eficiente al de “temporalidad occidental”. También destacan que esta noción se generó a través de diferentes procesos hegemónicos, conformando una temporalidad unívoca, jerarquizada al carácter ‘oficial’ para su homogenización e imposición.

            “A partir de un estudio genealógico, se comprende que esta generalización del ‘tiempo lineal’ encubre, en su interior, las categorizaciones de temporalidad asociadas a procesos de carácter hegemónico, como lo son la temporalidad ejercida e impuesta por un calendario único en el Imperio Romano, la temporalidad cristiana impuesta por la Iglesia a través de su doctrina de la salvación eterna, los ideales de la medición del tiempo a partir de relojes mecánicos en la Modernidad, la imposición de la lógica monoteísta y mercantilista en la colonización de América, entre otras.” (Iparraguirre, 2011)

            La temporalidad hegemónica, es entonces, aquella que se impone a otras para ser la única posible en su concepción, imponiendo los paradigmas dominantes característicos de la cultura occidental.  Iparraguirre lo expresa: “Este proceso de homologación entre lo natural y lo unívocamente dado, construye la naturalización de una noción que, al ser impuesta masivamente, se concibe como una noción oficial.”

            Atendiendo a Bourdieu (2006:20), en un ejemplo concreto de temporalidad hegemónica asociado al proceso de oficialización emergente del capitalismo: “Desde los orígenes del capitalismo hasta hoy […] es en la universalización correlativa de una clase de disposiciones económicas donde se apoya el dis­curso justificador y moralizador que transfigura las exigencias colectivas de una economía en preceptos universales de la moral: previsión, abstinencia o ahorro (ayer); crédito, gasto y goce (hoy).”
            Hemos sido entonces, regidos por un orden cronológico de acontecimientos históricos impuestos por una “temporalidad hegemónica” u occidental inculcada desde los principios de la historia, pero, en el mismo momento formados por temporalidades originales y ancestrales del propio continente. Sin embargo, hoy día estas estructuras oficiales dominantes se están resquebrajando con el paso hacia los aconteceres de la postmodernidad, dejando la pregunta abierta ¿Qué somos a través de todo este tiempo en basamentos de temporalidad?

            Iparragirre, ante la imposición de esta forma occidental de percibir el tiempo, hizo una serie de preguntas para determinar si otras temporalidades coexisten con la llamada temporalidad hegemónica, dando la respuesta a la llamada temporalidad originaria:

-¿Es posible concebir otra noción de tiempo diferente a la noción actual que regula los ritmos cotidianos de nuestra sociedad, caracterizada esta noción como temporalidad occidental?
-¿Existe en otros grupos sociales otra temporalidad que no sea aquella?
-¿Es posible desnaturalizar la temporalidad lineal y secuencial para intentar comprender otras formas de aprehender el devenir?
            Estas temporalidades no-oficiales se conocen en antropología a partir de los estudios etnográficos que permitieron, y permiten hoy, conocer las formas de vida de sociedades indígenas. Muchas de estas sociedades no naturalizan la temporalidad hegemónica en su vida cotidiana como noción única, sino que en muchos casos conviven junto a ésta con una temporalidad no-lineal.
            Son diversos los grupos socioculturales del mundo que manifiestan una temporalidad no-oficial, de acuerdo a la diferenciación rítmica que caracteriza a cada uno de ellos. Ipagirre hizo su estudio antropológico de temporalidad originaria con el GRUPO INDÍGENA MOCOVÍ, pueblo originario de argentina; para ello comparo en el siguiente recuadro ambas temporalidades:

Comparación de ambas temporalidades
en diferentes contextos históricos.


Contexto histórico


Temporalidad hegemónica

Temporalidad mocoví


Época de antiguos

Ausente en períodos pre-conquista.
Presente en períodos siguientes hasta la actualidad.

Ritmos de vida nómade. Métodos nativos de organización social y lectura de los astros.




Colonización y Reducciones

Imposición de ritmos de trabajo y sedentarismo forzado. Adoctrinamiento a la vida de encierro y trabajo de agricultura. Cosmovisión cristiana.
Encuentro de modos de vida basados en lógicas diferentes.
Resistencia a ritmos de trabajo impuestos y a la cosmovisión cristiana.
Continuidad de la caza y costumbres de vida nómade en ciertos grupos.



Estado argentino
Domesticación del espacio.
Expansión territorial e ideológica de la nación.
Historia oficial.
Conquista de la palabra y el cuerpo.
Resistencia y tácticas de invisibilización. Conflictos identitarios.
Relaciones de fronteras, desplazamiento de las tierras ancestrales.
Historia silenciada


Actualidad
(Época de los nuevos)
Ritmos de vida, trabajo, producción y de mercado capitalistas. Rítmicas virtuales de medios masivos de comunicación.
Burocracia y política.
Convivencia de métodos nativos de organización con los métodos lineales (calendarios, relojes).
Superposición de narrativas históricas y mitológicas junto a
experiencias personales cotidianas


            Atendiendo a la diferenciación, entendemos cuanto nuestra cultura se rige y se ha formado como sociedad desde la colonización bajo una temporalidad occidental, a tal punto que se ha naturalizado en nosotros, introduciéndose en las costumbres y en el ritmo de vida que nos gobierna.
            Un ritmo de vida que se mueve en el día a día formándonos hábitos sujetos a la cotidianidad, dónde el pensamiento se constituye de acuerdo a la inmediatez del devenir de las horas, hasta tal punto que nos sentimos consumidos por ellas. Pero, ante toda esta rutina en la cual nos vemos sumerjos aún podemos decidir qué hacer con el tiempo que tenemos.

Bibliografía

-LINDÓN, Alicia (coord.): La vida cotidiana y su espacio temporalidad. México, Anthropos, 2000
-IPARRAGUIRRE, Gonzalo 2006 “Etnotemporalidad y temporalidad oficial en grupos mocoví”, en Actas del VIII Congreso Argentino de Antropología Social: Globalidad y Diversidad, tensiones contemporáneas. Facultad de Humanidades Universidad Nacional de Salta. Salta
-Tiempo, cultura y ciencia GEN. Página personal de Jordi Cortés.
-Iparraguirre, Gonzalo; Ardenghi Sebastián 2011.TIEMPO Y TEMPORALIDAD DESDE LA ANTROPOLOGÍA Y LA FÍSICA. Revista de Antropología Experimental

nº 11, 2011. Texto 18: 251-260. Universidad de Jaén (España)