Universidad
de Los Andes
Dr.
Pedro Rincón Gutiérrez
Escuela
de Comunicación Social
Problemática
de Ciencia y Tecnología en Venezuela
De la memoria, la memoria colectiva y el olvido
(Ensayo)
Integrantes:
Aguilera Andrés
Cárdenas Otniel
Duque Andrea
Las
ciencias humanas son las más difíciles de alcanzar, y esto es debido a que los
humanos somos tan diversos y cambiantes que muchos científicos se han dedicado
su vida entera por estudiar cómo actuamos y convivimos. Parte de
estos estudios develan que no solo existe una memoria individual sino también
una memoria colectiva, al referirse que los humanos, seres
biopsicosociales, actuamos en muchas ocasiones, también psicológicamente, en
grupos.
La
influencia que ejerce la convivencia de las sociedades sobre la psiquis de los
seres humanos se ha debatido a lo largo de los años. Maurice Halbwachs fue el
primero en proponer el término “memoria colectiva” en 1925 para referirse a la
influencia de los marcos sociales (de tiempo, espacio y lenguaje) sobre la
memoria individual y colectiva.
La memoria colectiva puede ser entendida como “el conjunto de
conocimientos, valores, reglas y patrones de comportamiento, que adquiridos
mediante la interacción entre los miembros del colectivo y su entorno, son
compartidos por el grupo con la finalidad de homogeneizar representaciones del
pasado y mejorar el resultado de sus decisiones tomando ventajas de las
regularidades producidas en el ámbito de su actividad. (Sorrosal, 2005:146)
Los libros de historia, las
religiones y lo que se transmite a través de los medios de comunicación son, en
distinta medida, consecuencia de la memoria colectiva. Sean hechos comprobados
científicamente o conocimientos empíricos, lo que hace que se mantengan en
vigencia es su permanencia en la memoria colectiva e individual. Como resultado
de todo esto, surge una interrogante: ¿Quién decide lo que se convertirá en
memoria colectiva? De cierto modo, en la historia de la humanidad siempre han
surgido líderes de opinión, tal como lo expone Lazarsfeld en su “Teoría del
Doble Flujo de la Comunicación”.
El trabajo de
la memoria nos coloca en un vaivén entre el olvido y el recuerdo. La definición del año 1925 de M. Halbwachs, quien
señala que «la memoria colectiva es la memoria de los miembros de un grupo que
reconstruyen el pasado a partir de sus intereses y del marco de referencias
presentes. La memoria
colectiva está siempre construida sobre una necesidad del presente. Tiene que
ver con el presente y, por lo tanto, también con el futuro.
Reconstrucción del pasado
Al pasar
el tiempo nos damos cuenta que nos transformamos en narradores de la memoria
colectiva, qué pensamos o qué recordamos cobra vida en nostros, así vamos
pasando esos recuerdos a la sociedad que nos rodea, y es allí donde aparece la magnífica capacidad
de la memoria, guardar y dar cuenta de lo significativo de la vida de lo que
vale la pena mantener para luego comunicarlo y que por suerte las demás
personas lo entiendan.
“La narrativa, puede entenderse, es una reflexión
sobre la condición humana"(Bruner,2013) la flexión humana nos lleva a
crear una memoria colectiva sobre experiencias pasadas que nos da una respuesta
sobre el presente y nos hace creer predecir el futuro según dichas
experiencias. "Quien olvida su historia está condenado a
repetirla", es muy común que esta frase nos la hayan dicho antes pero
carecía de significado, sin embargo es el vivir lo que nos permite ser
protagonista de las diferentes historias.
Existe evidentemente
una relación entre memoria colectiva y representación social, es decir, un
grupo o una comunidad que ha vivido un hecho determinado. Para Halbwachs los ámbitos colectivos
más relevantes implicados en la construcción de la memoria son la familia, la
religión y la clase social. Así, según Halbwachs, los individuos articulan
su memoria en función de su pertenencia a una familia, una religión o una clase
social determinada.
Muchas de las contribuciones de científicos
(hombres y mujeres) no se encuentran en la memoria colectiva de las poblaciones
mundiales debido a la poca información que se conocía sobre ellas. Hoy en día
la información es mayor, pero la formación que se da a los jóvenes en el hogar
y en planteles educativos sigue basándose en la información científica que se
manejaba con anterioridad.
Para
que la memoria colectiva admita estos conocimientos que hasta no hace mucho se
desconocían, es necesario que se dé una nueva formación a los jóvenes tanto en
el hogar como en las escuelas y universidades y que así el conocimiento que
estos adquieran se vaya transfiriendo a las próximas generaciones como una
memoria colectiva más amplia.
Memoria y olvido: una dualidad esencial
Al
plantearnos el tema de la memoria social o de la memoria individual, la primera
tendencia es a definir los recuerdos, a hablar sobre aquello que con‐memoramos social o
familiarmente. Las fechas, los lugares, libros, monumentos, plazas, y
determinados acontecimientos comienzan a verse como aquellos espacios de
memoria a los cuales se debe apelar. Y sin embargo, la dualidad entre memoria y
olvido, esto que Marc Augé en “Las formas
del olvido” aproxima a la relación que tienen la vida y la muerte, no sólo
es uno de los factores que permite la existencia de nuestros recuerdos, sino
que también nos explica cómo es que vamos seleccionando, según nuestras propias
subjetividades e identidades, aquello que utilizaremos en el presente.
Uno
de los motivos de nuestra insistencia en regresar al pasado, sea reciente o
remoto, es la capacidad que este proceso tiene para explicar y situarnos en
nuestro presente. Por tanto, podemos señalar que la función del recuerdo es
contener, en los diversos sentidos y niveles posibles, algún tipo de
explicación. Y debemos reconocer que el ser humano no necesita explicárselo
todo, aunque los esfuerzos tecnológicos y científicos parecieran apuntar hacia
esa intención.
A
medida que avanza nuestra vida, vamos recordando, y esto sucede gracias a que
hemos olvidado. Pero, si mi pasado no me explica los porqués de mi presente, de
mis costumbres, de mis miedos, mis éxitos y limitaciones, de mi identidad,
entonces lo que acontece es el olvido. El olvido total o parcial, interviene
cuando el recuerdo no tiene ya más utilidad para el grupo, cuando el ‘acontecimiento'
considerado ha agotado su efecto social, provocando con ello el desinterés del
grupo” (Baeza, 2003, p. 31).
Reconocer
la importancia del olvido hasta el sentido que permite explicar la propia
existencia de la memoria, no quiere en ningún caso sobreponer uno de los
conceptos por sobre el otro sino que éstos son dos complementos. Dos etapas de
un mismo proceso que se preceden y suceden en un orden ecléctico; pues ni
nuestra historia es una sola, ni nuestra racionalidad permite una sola visión de
los hechos. Alteramos el presente, porque somos alterados por el pasado; y así
volvemos a acomodarnos, con lo pretérito, con nuestras explicaciones, funciones
y emociones.
En
otras palabras, si la sociedad actual es mutable, dinámica, y versátil, también
lo son nuestros recuerdos, nuestras memorias, nuestros pasados. Y en otro
sentido, más plural si así se quiere, si en la actualidad concebimos una
interdependencia entre los diferentes actores que participan en la estructura
social, en la memoria colectiva ocurre lo mismo. Vale decir, que no basta con
que alguien nos señale un recuerdo para que este sea definitivo e
incuestionable, sino que más bien dependerá de la reafirmación de los otros, de
la importancia de lo que esta memorización explique, y finalmente, de los
acuerdos y conflictos que surjan a partir de las dos o más versiones
diferentes.
Entonces, “ la
memoria social no es ni inmutable ni cárcel de larga duración. Es, básicamente,
un proceso de negociación constante y mediatizado entre el individuo y el/los
colectivo/s a el/los que pertenece o en el/los que se inscribe” (Martínez
Gallego, 2003). Se entiende que los recuerdos personales de un individuo son
siempre vulnerables al enfrentamiento y comparación con los recuerdos de
quienes componen su círculo social, su familia, sus amigos, su entorno laboral.
El resultado de aquella vulnerabilidad será entonces el comienzo de una
interminable relación entre la memoria social y la memoria individual, que
finalmente nos permite la conjugación del tiempo desde el presente, pero sin
olvidar la importancia de nuestro pasado, y las significancia que nuestras
memorias tendrán en el futuro.
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