viernes, 22 de noviembre de 2013

De la memoria, la memoria colectiva y el olvido. Por Andres Aguilera, Otniel Cárdenas, Andrea Duque.


Universidad de Los Andes
Dr. Pedro Rincón Gutiérrez
Escuela de Comunicación Social
Problemática de Ciencia y Tecnología en Venezuela







De la memoria, la memoria colectiva y el olvido
(Ensayo)




Integrantes:
 Aguilera Andrés
                                                                                                                               Cárdenas Otniel
                                                                                                                                Duque Andrea 







Las ciencias humanas son las más difíciles de alcanzar, y esto es debido a que los humanos somos tan diversos y cambiantes que muchos científicos se han dedicado su vida entera por estudiar cómo actuamos y convivimos.  Parte de estos estudios develan que no solo existe una memoria individual sino también una memoria colectiva,  al referirse que los humanos, seres biopsicosociales, actuamos en muchas ocasiones, también psicológicamente, en grupos.

La influencia que ejerce la convivencia de las sociedades sobre la psiquis de los seres humanos se ha debatido a lo largo de los años. Maurice Halbwachs fue el primero en proponer el término “memoria colectiva” en 1925 para referirse a la influencia de los marcos sociales (de tiempo, espacio y lenguaje) sobre la memoria individual y colectiva.

La memoria colectiva puede ser entendida como “el conjunto de conocimientos, valores, reglas y patrones de comportamiento, que adquiridos mediante la interacción entre los miembros del colectivo y su entorno, son compartidos por el grupo con la finalidad de homogeneizar representaciones del pasado y mejorar el resultado de sus decisiones tomando ventajas de las regularidades producidas en el ámbito de su actividad. (Sorrosal, 2005:146)

Los libros de historia, las religiones y lo que se transmite a través de los medios de comunicación son, en distinta medida, consecuencia de la memoria colectiva. Sean hechos comprobados científicamente o conocimientos empíricos, lo que hace que se mantengan en vigencia es su permanencia en la memoria colectiva e individual. Como resultado de todo esto, surge una interrogante: ¿Quién decide lo que se convertirá en memoria colectiva? De cierto modo, en la historia de la humanidad siempre han surgido líderes de opinión, tal como lo expone Lazarsfeld en su “Teoría del Doble Flujo de la Comunicación”.


      El trabajo de la memoria nos coloca en un vaivén entre el olvido y el recuerdo.  La definición del año 1925 de M. Halbwachs, quien señala que «la memoria colectiva es la memoria de los miembros de un grupo que reconstruyen el pasado a partir de sus intereses y del marco de referencias presentes.  La memoria colectiva está siempre construida sobre una necesidad del presente. Tiene que ver con el presente y, por lo tanto, también con el futuro.

Reconstrucción del pasado

Al pasar el tiempo nos damos cuenta que nos transformamos en narradores de la memoria colectiva, qué pensamos o qué recordamos cobra vida en nostros, así vamos pasando esos recuerdos a la sociedad que nos rodea, y  es allí donde aparece la magnífica capacidad de la memoria, guardar y dar cuenta de lo significativo de la vida de lo que vale la pena mantener para luego comunicarlo y que por suerte las demás personas lo entiendan.
“La narrativa, puede entenderse, es una reflexión sobre la condición humana"(Bruner,2013) la flexión humana nos lleva a crear una memoria colectiva sobre experiencias pasadas que nos da una respuesta sobre el presente y nos hace creer predecir el futuro según dichas experiencias.  "Quien olvida su historia está condenado a repetirla", es muy común que esta frase nos la hayan dicho antes pero carecía de significado, sin embargo es el vivir lo que nos permite ser protagonista de las diferentes historias.

 Existe evidentemente una relación entre memoria colectiva y representación social, es decir, un grupo o una comunidad que ha vivido un hecho determinado. Para Halbwachs los ámbitos colectivos más relevantes implicados en la construcción  de la memoria son la familia, la religión y la clase social. Así, según Halbwachs, los individuos articulan su memoria en función de su pertenencia a una familia, una religión o una clase social determinada.
Muchas de las contribuciones de científicos (hombres y mujeres) no se encuentran en la memoria colectiva de las poblaciones mundiales debido a la poca información que se conocía sobre ellas. Hoy en día la información es mayor, pero la formación que se da a los jóvenes en el hogar y en planteles educativos sigue basándose en la información científica que se manejaba con anterioridad.

 Para que la memoria colectiva admita estos conocimientos que hasta no hace mucho se desconocían, es necesario que se dé una nueva formación a los jóvenes tanto en el hogar como en las escuelas y universidades y que así el conocimiento que estos adquieran se vaya transfiriendo a las próximas generaciones como una memoria colectiva más amplia.


Memoria y olvido: una dualidad esencial

Al plantearnos el tema de la memoria social o de la memoria individual, la primera tendencia es a definir los recuerdos, a hablar sobre aquello que conmemoramos social o familiarmente. Las fechas, los lugares, libros, monumentos, plazas, y determinados acontecimientos comienzan a verse como aquellos espacios de memoria a los cuales se debe apelar. Y sin embargo, la dualidad entre memoria y olvido, esto que Marc Augé en “Las formas del olvido” aproxima a la relación que tienen la vida y la muerte, no sólo es uno de los factores que permite la existencia de nuestros recuerdos, sino que también nos explica cómo es que vamos seleccionando, según nuestras propias subjetividades e identidades, aquello que utilizaremos en el presente.

Uno de los motivos de nuestra insistencia en regresar al pasado, sea reciente o remoto, es la capacidad que este proceso tiene para explicar y situarnos en nuestro presente. Por tanto, podemos señalar que la función del recuerdo es contener, en los diversos sentidos y niveles posibles, algún tipo de explicación. Y debemos reconocer que el ser humano no necesita explicárselo todo, aunque los esfuerzos tecnológicos y científicos parecieran apuntar hacia esa intención.

A medida que avanza nuestra vida, vamos recordando, y esto sucede gracias a que hemos olvidado. Pero, si mi pasado no me explica los porqués de mi presente, de mis costumbres, de mis miedos, mis éxitos y limitaciones, de mi identidad, entonces lo que acontece es el olvido. El olvido total o parcial, interviene cuando el recuerdo no tiene ya más utilidad para el grupo, cuando el ‘acontecimiento' considerado ha agotado su efecto social, provocando con ello el desinterés del grupo” (Baeza, 2003, p. 31).

Reconocer la importancia del olvido hasta el sentido que permite explicar la propia existencia de la memoria, no quiere en ningún caso sobreponer uno de los conceptos por sobre el otro sino que éstos son dos complementos. Dos etapas de un mismo proceso que se preceden y suceden en un orden ecléctico; pues ni nuestra historia es una sola, ni nuestra racionalidad permite una sola visión de los hechos. Alteramos el presente, porque somos alterados por el pasado; y así volvemos a acomodarnos, con lo pretérito, con nuestras explicaciones, funciones y emociones.

En otras palabras, si la sociedad actual es mutable, dinámica, y versátil, también lo son nuestros recuerdos, nuestras memorias, nuestros pasados. Y en otro sentido, más plural si así se quiere, si en la actualidad concebimos una interdependencia entre los diferentes actores que participan en la estructura social, en la memoria colectiva ocurre lo mismo. Vale decir, que no basta con que alguien nos señale un recuerdo para que este sea definitivo e incuestionable, sino que más bien dependerá de la reafirmación de los otros, de la importancia de lo que esta memorización explique, y finalmente, de los acuerdos y conflictos que surjan a partir de las dos o más versiones diferentes.

Entonces, “ la memoria social no es ni inmutable ni cárcel de larga duración. Es, básicamente, un proceso de negociación constante y mediatizado entre el individuo y el/los colectivo/s a el/los que pertenece o en el/los que se inscribe” (Martínez Gallego, 2003). Se entiende que los recuerdos personales de un individuo son siempre vulnerables al enfrentamiento y comparación con los recuerdos de quienes componen su círculo social, su familia, sus amigos, su entorno laboral. El resultado de aquella vulnerabilidad será entonces el comienzo de una interminable relación entre la memoria social y la memoria individual, que finalmente nos permite la conjugación del tiempo desde el presente, pero sin olvidar la importancia de nuestro pasado, y las significancia que nuestras memorias tendrán en el futuro. 








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