viernes, 22 de noviembre de 2013

Tiempo y temporalidad. Por: Maria Barrueta, Gabriela Buitrago. Gabriela Pernia


Universidad de Los Andes
Dr. Pedro Rincón Gutiérrez
Escuela de Comunicación Social
Problemática de Ciencia y Tecnología en Venezuela







TIEMPO Y TEMPORALIDAD
(Ensayo)




Integrantes:
Maria Lucia Barrueta
Gabriela Buitrago
Gabriela Pernía








“El tiempo es algo contado con  el movimiento detectado a través de una vista al antes y el después en el horizonte de lo pronto o lo tardío”
-          Aristóteles
-           
El problema del tiempo y la temporalidad encuentra sus raíces en la filosofía, la principal característica es que usualmente  no es discutido sólo como un fenómeno científico, sino como un hecho existencial también.  Así lo hace la fenomenología, la cual aclama que el tiempo es fundamental para constituir la identidad personal. 
En “Los Estudios Básicos de la Fenomenología” Heiddegger atiende a responder la pregunta básica que “¿Qué significa ser y estar?”, para resolver esto se remonta la diferencia ontológica de tiempo y temporalidad.  El concepto de temporalidad es insinuado por primera vez por Aristóteles  en sus trabajos de física a través de la noción de “cuando el movimiento es experimentado, el tiempo se da a conocer”, y a partir de ahí Heidegger comienza su investigación.
Un aspecto importante de esto es que la definición es el hecho de que el movimiento es necesario para percibir el tiempo , aunque está sujeto a objeciones como por ejemplo, cuando observamos algo que no se mueve, podríamos argumentar que igualmente percibimos el tiempo incluso cuando estamos observando un objeto estacionario.
Otro ejemplo podría ser que una persona en coma o un monje budista en meditación se centra en el pensamiento interno y no percibe el movimiento, se podría argumentar que así no perciban el tiempo por el movimiento, al entrar y salir de este estado de coma y meditación hubo un pensamiento en movimiento y por lo tanto sentido del tiempo.
Hay otros cuestionamiento acerca de este problema, como el planteamiento de “¿Si nadie existe para contar, entonces el tiempo no existe?”, a lo que Heidegger  atendió, explicando que el tiempo es objetivo porque los seres existen en el tiempo, y que Aristóteles no pretendía decir que el tiempo es algo de movimiento desde el punto de vista de la trasladación sino, del movimiento en sí.
Husserl,  creía que “cada experiencia de la consciencia es temporal en alguna manera, lo que significa que cada objeto ‘dinámico o estático’ debe ser considerado”. De acuerdo con la fenomenología los objetos no temporales presuponen tiempo porque experimentamos su carácter de falta de tiempo sobre nuestra experiencia propia temporal. Además el procesamiento mental su fondo de tiempo también.
Para la fenomenología hay tres niveles de temporalidad: el tiempo mundial, que puede ser también llamado trascendental u objetivo, y está cercano a la idea de tiempo común entre la gente.  Significa la temporalidad de los eventos mundiales y procesos físicos, las cosas son temporales en manera similar  a como son espacialmente relacionados entre sí. En consecuencia, el tiempo mundial es verificable, mensurable y público, para estimar esto, la gente usa relojs y calendarios, que los ayudan con la duración y secuencia entre eventos y procesos.
El siguiente nivel es el “tiempo interno”, como el nombre lo sugiere,  concierne a las experiencias y actos mentales, actos internos y sentimientos vienen en secuencia, y así como los eventos objetivos, tienen una duración específica. No sólo suceden, sino que también pueden ser recreados por la memoria.  El mundo de estos procesos es solo nuestro espacio interno, lo que significa que es privado y no puede ser moderado por métodos objetivos y luego comparados con el tiempo trascendental.
El tercer nivel pertenece al “presente vivo”, la experiencia completa que tenemos a cada momento, la constante sucesión de sí mismo, profundamente conectado con el segundo nivel, ya que es necesaria la experiencia. La temporalidad interna no incluye la conciencia de sí mismo, sin embargo, el tercer nivel es el último y no requiere de más instancias, debido a esto, de acuerdo con la fenomenología, esto puede ser descrito como un absoluto, aunque no en todos los sentidos.
Iparraguirre y Ardenghi () aseveran que el concepto de tiempo puede ser repensado a través del concepto de temporalidad: “La temporalidad es la Aprehensión del devenir que todo humano realiza mediante su sistema cognitivo en un determinado contexto cultural. El tiempo  no es más que el fenómeno del devenir en sí, que el humano es capaz de aprehender como temporalidad”.
El devenir está directamente relacionado con el pasado, el presente y el futuro: “Conmemorar algún acontecimiento pasado, no es sólo recordar, sino fundamentalmente conferir a un lugar el sentido y peso dado a dicho evento en el relato histórico que constituye nuestra memoria colectiva” (Lindon, 2000). Cuando hablamos de pasado, lo hacemos refiriéndonos a algo ya ocurrido, un “pudo ser” o “ya fue”. El presente es un tiempo actual, lo que ocurre simultáneamente al hecho o la palabra. En su mayoría desmejorado con relación al pasado que es añorado con nostalgia y ante  un futuro que “puede ser mejor”.
“Esta definición de temporalidad refiere a una construcción cultural que por lo tanto esta derivada de una experiencia del sujeto y entonces no se trata de una intuición a priori. El tiempo en tanto fenómeno, es intrínseco a todo ser humano; en cambio la temporalidad, además de ser intrínseca a todo ser humano, adquiere un carácter cultural en tanto depende de una experiencia en contexto y por lo tanto conforma una interpretación. (Iparraguirre, 2006).” Es por ello que nociones y modelos de tiempo hay muchas, el modelo Hegeliano, Newtoniano, Einsteiniao, espacio de tiempo cuántico; o más allá de la definición científica y filosófica, hay también tiempo en otras disciplinas.
El tiempo descrito por historiadores, etnógrafos, sociólogos. También hay un tiempo descrito por la literatura, muchos tipos de tiempos narrativos, y no sólo presentes en la ficción, sino también en argumentos, chistes, narrativas políticas o económicas, u otras estructuras que además utilizamos para estructurar nuestras vidas.
El lenguaje en sí mismo es fundamentalmente temporal, los verbos producen tránsitos entre sustantivos, en relación con conectores, todos producidos por redes de símbolos que se organizan una y otra vez en el espacio y tiempo.
Del tiempo y la temporalidad, no se escapan la ciencia y la tecnología. Especialmente su historia, pues podemos ver como hoy en día para estudiar acerca de un tema, consultamos un grupo de autores que incluyen desde los filósofos más antiguos hasta los científicos más modernos, todos agrupados en una línea cronológica de tiempo que pareciera separa por meses cuando de hecho, hay siglos de separación entre un pensamiento y otro.
Las nociones de tiempo, en tanto conceptualizaciones sobre el fenómeno que están situadas en un contexto socio-histórico, son temporalidades. Esta distinción es necesaria a los fines de no reducir el fenómeno (tiempo) a una sola interpretación (temporalidad) como ocurre en todas las investigaciones reveladas que problematizan nociones, categorías o conceptos de tiempo. (Revista de Antropología Experimental nº 11, 2011. Texto 18: 251-260). Esto ocurre en la mayoría de las ciencias (física, química, salud, antropología, entre otras).
El tiempo y la temporalidad están presentes en la vida y en el día a día en general, todos hablamos del tiempo y la temporalidad creyendo que podemos medirlo, hacemos previsiones y, consideramos que está delimitado con el pasado, el presente y el futuro incierto. Todo esto es lo que expresaba San Agustín cuando se preguntaba qué era el tiempo (quid est ergo tempus?) y respondía que, si nadie se lo preguntaba, lo sabía, pero si alguien se lo preguntaba, no lo sabía.
"... Yo creo que existe, y lo siento dentro de mí, un instinto de la verdad o el conocimiento o el descubrimiento, de algo de la misma naturaleza que el instinto de la virtud, y el hecho de que tengamos ese instinto es razón suficiente para las investigaciones científicas aunque no se deriven de ellas ningún resultado práctico" Charles Robert Darwin (12 de febrero de 1809 – 19 de abril de 1882).
Si tomamos en cuenta el tiempo con la temporalidad dentro de la ciencia podemos poner como ejemplo a Darwin, fue un naturalista inglés que postuló que todas las especies de seres vivos han evolucionado con el tiempo a partir de un antepasado común mediante un proceso denominado selección natural. La evolución fue aceptada como un hecho por la comunidad científica y por buena parte del público en vida de Darwin, mientras que su teoría de la evolución mediante selección natural no fue considerada como la explicación primaria del proceso evolutivo hasta los años 1930.
También podemos poner de ejemplo a René Descartes que fue un filósofo, matemático y físico francés, considerado como el padre de la geometría analítica y de la filosofía moderna, y el famoso autor de la frase "Pienso, luego existo" así como uno de los nombres más destacados de la revolución científica. Trató de aplicar a la filosofía los procedimientos racionales inductivos de la ciencia, y en concreto de las matemáticas.
Se dice que los grandes inventos se dieron en un tiempo específico, ya que estos inventos eran necesarios para el momento… Los científicos se preocupaban de hacer aquello que según su entorno y momento era necesario.
Todo en cuanto a la ciencia se basa en el tiempo y la temporalidad ya que de acuerdo al contexto del tiempo muchos inventos han surgido y se ha convertido en el núcleo de las teorías científicas, en donde los mismos se muestran como una –magnitud reversible-, las nociones de tiempo y de irreversibilidad juegan un decisivo papel, y a partir de la cual se forjaron los grandes avances científicos de la historia. Aparece como nexo de unión entre la ciencia y la filosofía. Históricamente, tanto el enfoque científico como el filosófico acerca del tiempo y la temporalidad se han diferenciado, en su conjunto, por abordar la pregunta desde una perspectiva no temporal, es decir, se ha pensado generalmente el tiempo sub specie aeternitatis, lo que presume que se lo ha pensado desde su propia negación, lo cual, por otra parte (debido al enlace entre la cuestión del tiempo y la cuestión del ser), ha condicionado la ontología tradicional.
            Es importante destacar también, la manera en que se construye el tiempo siempre repensado desde la temporalidad y desde las investigaciones antropológicas, para de esta manera en el estudio de sí, los seres humanos lleguen a conocerse en el marco de la sociedad y cultura a la que pertenecen.

             En estas investigaciones se destaca el uso de la cronología para explicar los modelos de desarrollo socio-cultural del ser humano, los mismos están formados en base a la temporalidad lineal heredada de los paradigmas clásicos. Es allí donde surge la noción de tiempo lineal en las poblaciones occidentales y en el conocimiento científico actual.

            Iparraguirre y Ardenghi () definen este tiempo lineal como “temporalidad hegemónica”, la cual busca reemplazar de forma más eficiente al de “temporalidad occidental”. También destacan que esta noción se generó a través de diferentes procesos hegemónicos, conformando una temporalidad unívoca, jerarquizada al carácter ‘oficial’ para su homogenización e imposición.

            “A partir de un estudio genealógico, se comprende que esta generalización del ‘tiempo lineal’ encubre, en su interior, las categorizaciones de temporalidad asociadas a procesos de carácter hegemónico, como lo son la temporalidad ejercida e impuesta por un calendario único en el Imperio Romano, la temporalidad cristiana impuesta por la Iglesia a través de su doctrina de la salvación eterna, los ideales de la medición del tiempo a partir de relojes mecánicos en la Modernidad, la imposición de la lógica monoteísta y mercantilista en la colonización de América, entre otras.” (Iparraguirre, 2011)

            La temporalidad hegemónica, es entonces, aquella que se impone a otras para ser la única posible en su concepción, imponiendo los paradigmas dominantes característicos de la cultura occidental.  Iparraguirre lo expresa: “Este proceso de homologación entre lo natural y lo unívocamente dado, construye la naturalización de una noción que, al ser impuesta masivamente, se concibe como una noción oficial.”

            Atendiendo a Bourdieu (2006:20), en un ejemplo concreto de temporalidad hegemónica asociado al proceso de oficialización emergente del capitalismo: “Desde los orígenes del capitalismo hasta hoy […] es en la universalización correlativa de una clase de disposiciones económicas donde se apoya el dis­curso justificador y moralizador que transfigura las exigencias colectivas de una economía en preceptos universales de la moral: previsión, abstinencia o ahorro (ayer); crédito, gasto y goce (hoy).”
            Hemos sido entonces, regidos por un orden cronológico de acontecimientos históricos impuestos por una “temporalidad hegemónica” u occidental inculcada desde los principios de la historia, pero, en el mismo momento formados por temporalidades originales y ancestrales del propio continente. Sin embargo, hoy día estas estructuras oficiales dominantes se están resquebrajando con el paso hacia los aconteceres de la postmodernidad, dejando la pregunta abierta ¿Qué somos a través de todo este tiempo en basamentos de temporalidad?

            Iparragirre, ante la imposición de esta forma occidental de percibir el tiempo, hizo una serie de preguntas para determinar si otras temporalidades coexisten con la llamada temporalidad hegemónica, dando la respuesta a la llamada temporalidad originaria:

-¿Es posible concebir otra noción de tiempo diferente a la noción actual que regula los ritmos cotidianos de nuestra sociedad, caracterizada esta noción como temporalidad occidental?
-¿Existe en otros grupos sociales otra temporalidad que no sea aquella?
-¿Es posible desnaturalizar la temporalidad lineal y secuencial para intentar comprender otras formas de aprehender el devenir?
            Estas temporalidades no-oficiales se conocen en antropología a partir de los estudios etnográficos que permitieron, y permiten hoy, conocer las formas de vida de sociedades indígenas. Muchas de estas sociedades no naturalizan la temporalidad hegemónica en su vida cotidiana como noción única, sino que en muchos casos conviven junto a ésta con una temporalidad no-lineal.
            Son diversos los grupos socioculturales del mundo que manifiestan una temporalidad no-oficial, de acuerdo a la diferenciación rítmica que caracteriza a cada uno de ellos. Ipagirre hizo su estudio antropológico de temporalidad originaria con el GRUPO INDÍGENA MOCOVÍ, pueblo originario de argentina; para ello comparo en el siguiente recuadro ambas temporalidades:

Comparación de ambas temporalidades
en diferentes contextos históricos.


Contexto histórico


Temporalidad hegemónica

Temporalidad mocoví


Época de antiguos

Ausente en períodos pre-conquista.
Presente en períodos siguientes hasta la actualidad.

Ritmos de vida nómade. Métodos nativos de organización social y lectura de los astros.




Colonización y Reducciones

Imposición de ritmos de trabajo y sedentarismo forzado. Adoctrinamiento a la vida de encierro y trabajo de agricultura. Cosmovisión cristiana.
Encuentro de modos de vida basados en lógicas diferentes.
Resistencia a ritmos de trabajo impuestos y a la cosmovisión cristiana.
Continuidad de la caza y costumbres de vida nómade en ciertos grupos.



Estado argentino
Domesticación del espacio.
Expansión territorial e ideológica de la nación.
Historia oficial.
Conquista de la palabra y el cuerpo.
Resistencia y tácticas de invisibilización. Conflictos identitarios.
Relaciones de fronteras, desplazamiento de las tierras ancestrales.
Historia silenciada


Actualidad
(Época de los nuevos)
Ritmos de vida, trabajo, producción y de mercado capitalistas. Rítmicas virtuales de medios masivos de comunicación.
Burocracia y política.
Convivencia de métodos nativos de organización con los métodos lineales (calendarios, relojes).
Superposición de narrativas históricas y mitológicas junto a
experiencias personales cotidianas


            Atendiendo a la diferenciación, entendemos cuanto nuestra cultura se rige y se ha formado como sociedad desde la colonización bajo una temporalidad occidental, a tal punto que se ha naturalizado en nosotros, introduciéndose en las costumbres y en el ritmo de vida que nos gobierna.
            Un ritmo de vida que se mueve en el día a día formándonos hábitos sujetos a la cotidianidad, dónde el pensamiento se constituye de acuerdo a la inmediatez del devenir de las horas, hasta tal punto que nos sentimos consumidos por ellas. Pero, ante toda esta rutina en la cual nos vemos sumerjos aún podemos decidir qué hacer con el tiempo que tenemos.

Bibliografía

-LINDÓN, Alicia (coord.): La vida cotidiana y su espacio temporalidad. México, Anthropos, 2000
-IPARRAGUIRRE, Gonzalo 2006 “Etnotemporalidad y temporalidad oficial en grupos mocoví”, en Actas del VIII Congreso Argentino de Antropología Social: Globalidad y Diversidad, tensiones contemporáneas. Facultad de Humanidades Universidad Nacional de Salta. Salta
-Tiempo, cultura y ciencia GEN. Página personal de Jordi Cortés.
-Iparraguirre, Gonzalo; Ardenghi Sebastián 2011.TIEMPO Y TEMPORALIDAD DESDE LA ANTROPOLOGÍA Y LA FÍSICA. Revista de Antropología Experimental

nº 11, 2011. Texto 18: 251-260. Universidad de Jaén (España)

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